Opinión por Thiago López.
La reciente Marcha Federal Universitaria fue catalogada como un evento histórico, un antes y un después, una expresión masiva en defensa de la educación pública. Sin embargo, más allá de su importancia, surgen graves interrogantes sobre la presencia de referentes políticos en este espacio de reivindicación educativa que anticipaba una expresión de poder estudiantil y de reconocimiento “de lo ganado”.
El acto, que reunió a una multitud estimada en más de un millón de personas en todo el país, se convirtió en un verdadero “mundial por la educación pública”. Desde Plaza de Mayo hasta el Congreso, las calles fueron testigo de un reclamo contundente por la defensa de la educación universitaria y la gratuidad de la misma. De todo esto, no caben dudas.
No obstante, la presencia destacada de líderes y referentes políticos, tales como: los ex candidatos a presidentes Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta; el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof; los senadores Martín Lousteau, Wado de Pedro; los diputados Leandro Santoro, Victoria Tolosa Paz, Facundo Manes, Nicolás del Caño, entre otros; los intendentes Fernando Gray, Mayra Mendoza, entre otros; en la marcha ha generado cierta controversia.
¿Acaso esta manifestación perdió su carácter reivindicativo al convertirse en un desfile político? ¿Se diluyó el mensaje original en medio de las consignas partidarias y los discursos electorales?
Resulta paradójico que, en un evento destinado a defender la educación pública como un valor fundamental para la sociedad argentina, la presencia de referentes políticos haya eclipsado en cierta medida el verdadero propósito de la marcha. ¿Este no era un momento para el reconocimiento y valoración de la educación universitaria?
Es innegable que la participación de políticos en eventos sociales es común y, en ocasiones, incluso necesaria. Sin embargo, en un contexto donde la polarización política está en su punto más álgido, es fundamental cuestionar el impacto que esto puede tener en la percepción de la ciudadanía sobre la verdadera naturaleza de estos actos.
La educación pública merece ser defendida y celebrada sin ataduras políticas ni agendas partidarias. La Marcha Universitaria Federal era situación óptima para devolverle el protagonismo a los verdaderos actores de esta lucha: los estudiantes, docentes, no docentes y trabajadores de la educación. Era una marcha por la educación, y no un escenario para la disputa política.
Los movimientos y organizaciones sociales, los partidos políticos presentes y los sindicatos que manifestaron sus “innegables” ganas de terminar con el oficialismo de turno, no hicieron más que otorgar excusas y justificaciones al poder ejecutivo para minimizar y llevar al mejor reduccionismo una de las marchas -si no es la más- recordadas en la última década.